jueves, 20 de marzo de 2014

Mi cerebro me habla

- A la gasolinera de la Juncal, por favor - dije mientras mientras cerraba la puerta del taxi. Eran cosa de las 4 de la madrugada y acababa de llegar de un viaje en bus que me había vuelto a teletransportar (me lo había pasado dormido entero) de Madrid a Sevilla. En medio de mi adormilamiento, comencé a pensar qué iba a escribir el próximo día en este blog (así que no hace más de un mes).

      El camino era el habitual, con pocos coches, algún que otro grupo de muchachos descamisados que se recogía de una noche de discoteca y frío. Mucho frío. Tenía heladas hasta las ideas. ¿Sobre qué escribir?. De repente noté algo raro, o al menos inusual. El señor taxista había cogido una curva que no debería. No es que me desviara mucho, pero así se daba una pequeña vuelta de más. Supuse que era un error. Tras dos vueltas más, llegamos a la gasolinera de Ramón y Cajal, otra que también estaba cerca de mi casa, pero no lo suficiente.

- ¿Por dónde le dejo? - Me dijo el taxista.

- Bueno, es que yo iba a la gasolinera de la Juncal, no a la de Ramón y Cajal - dije tímidamente. Seguramente me tocaría porfiar con el pobre taxista sobre que dije yo o que entendió él. A las 4 de la mañana...

- Joer! ¿ves? ya decía yo que notaba algo raro - parecía más hablar consigo mismo que conmigo - estaba todo el rato pensando que había algo raro en el camino que estaba haciendo, me chocaba. Joe, - y aquí si se giró hacia mí - ¡hay que ver lo que es la mente chaval!-.

-Si - pensé - hay que ver lo que es la mente-. Todo el viaje pensando sobre qué escribir y delante de mis narices una parte inconsciente del cerebro del taxista no lograba conectar su parte consciente, aunque lo intentaba. Supongo que tampoco fue consciente de porqué se había ganado un "quédese con el cambio" a la hora de cobrarme. Ya tenía de qué escribir. O al menos, la introducción.


¡Le hablan a mi cerebro y no a mí!

       Uno de los efectos que más interesante me pareció cuando estudié la carrera, fue el efecto del priming, o en cristiano, la facilitación. Este efecto estaba relacionado con la memoria implícita, con una idea, la exposición ante ciertos estímulos conlleva que posteriormente, éstos se ve vean facilitados. Nuevamente, en cristiano, si nos exponen ante la palabra tablero continuamente, y después nos piden que digamos una palabra que empiece por "ta", muy probablemente nos saldrá "tablero". Esto cobra especial interés cuando este efecto ocurre sin que seamos conscientes, con que esté en el entorno (visual, auditivamente) se ve facilitada. De ahí muchas veces eso de la publicidad subliminal. Hay mensajes que entran dentro de nuestra cabeza y no nos percatamos. Pero ahí siguen y se ven facilitados.

         Un paradigma muy interesante en el que he tenido la suerte de trabajar es la inhibición latente. La palabra latente lo dice todo. Sin ser conscientes, la exposición a un estímulo que no tiene efectos ni positivos ni negativos hace que después ese estímulo sea más difícil de condicionar (hablo de modelos animales, pero aviso que este mecanimo se ha visto que no anda del todo bien en ciertos trastornos mentales). El cerebro lo procesa todo, aunque no sea relevante (y de forma inconsciente), y luego cuesta trabajo decirle que algo que no lo era, lo es. ¿No os creéis que todo se procese y quede guardado?. En el capítulo 15 de "el hombre que confundió a su mujer con un sombrero", Oliver Sacks, nos cuenta el caso de una mujer que, tras un leve trombo en el lóbulo temporal derecha no paraba de oír música. Música Irlandesa. Música que sólo había podido oír en sus primeros años de vida, pues después, sus padres se trasladaron a EEUU. Ella no podía recordar es música por sí misma, pero sabía que era de su infancia, y ahí seguía guardada desde entonces.


Fue solo un segundo, pero en un anuncio de las elecciones presidenciales del 2000 en EEUU de la campaña de Bush, la palabra ratas apareció un milisegundo a la par que el nombre de su contrincante, Al Gore.

      Como último ejemplo de que nos pueden hablar a nuestro cerebro, hablaré de un caso clásico en la neuropsicología. La amnesia anterógrada. Las personas con este trastorno no pueden adquirir recuerdos nuevos. Durante unos segundos pueden mantener una conversación, pero al poco rato, se pierden y no saben de qué estaban hablando. Pueden acabarte de conocer, y preguntarte a los pocos segundos quién eres. Y así continúamente. Pues bien, aunque queda demostrado que no pueden memorizar nada nuevo, la vía del priming se mantiene. Si les damos la mano con un alfiler en ella y se lo clavan, no recordaran lo malas personas que fuimos, pero sí notarán una cierta tendencia a no querer darnos la mano. El daño que han sufrido no impide que el cerebro inconscientemente siga guardando información.

 En la pelicula Memento, el protagonista, aquejado de una amnesia anterograda por traumatismo, se tatúa en el cuerpo las cosas que no quiere olvidar. Echo en falta un primer tatuaje que diga "tengo amnesia anterograda y eso significa bla bla bla". Antes de su lesión no la tenía, así que no debería recordarlo.
 
        No voy a considerar que el cerebro nos esté hablando en este punto. Pero si tras esta introducción que cuando le pedimos una palabra o le pedimos algo, nos suelta la que más reciente tiene, o nos suelta asociaciones que él ha hecho aunque no seamos conscientes de que han entrado, o no podamos acceder a ellas queriendo. El marketing y la publicidad se sirven de esto, pero no voy a ir por ahí en este post. No me quiero centrar en cómo le hablan a nuestro cerebro sin que nos enteremos, sino en cómo el nos habla a nosotros, también muchas veces, sin que nos enteremos.

¿Qué me quieres decir?

        El ejemplo del taxista que expuse antes, es uno de esos ejemplos donde nuestra parte consciente no llega, pero sí nuestra parte inconsciente. El problema es que no hay puentes extendidos entre ellas. Es decir, cuesta bastante hacer consciente esa señal de que algo falla. El ejemplo lo tenemos en cuando llegamos a nuestra mesa de trabajo y nos han movido algo. En muchos casos percibimos automáticamente qué es lo que esta fuera de su sitio, pero en muchos otros simplemente "sentimos" que algo no está como debería, pero no sabemos qué es. Nuestro cerebro nos dice que algo no está como debería. Es esa tendencia que tiene el cerebro de tener representaciones de todo y darnos un aviso cuando algo no cuadra, una señal de alarma para que nuestra parte consciente localice qué es. En muchos casos, lo que parece que se rompe es el nexo para hacer consciente esa información que está almacenada (repito, más de las que somos conscientes), pero sea como sea, el cerebro nos manda un mensaje. Algo no encaja.

 Hay algo que no me encaja..... ¡Enhorabuena!, posiblemente tu cerebro lo sabe, pero no te lo sabe decir.

     Un caso curioso lo ví en un paciente afectado por un ictus, con una anomia muy severa y además, con una tremenda dificultad para leer. Su lectura es como se dice, global, por lo que las palabras nuevas se le hacían casi imposibles de leer. Y entonces mi compañera le pidió que leyera la palabra "LLUVE". Cada intento de lectura que hacía, acababa diciendo LLUEVE. Su cerebro (que le habla en naranja), observaba y le cuadraba la palabra que conocía "LLUEVE" (que tiene que ser esa, no conozco otra), o "AGUA" (si no es, entonces tiene que ser esta, que está relacionada), pero no podía leer la que era. 

        Más curioso fue cuando mi compañera le puso la palabra "NUVE". El paciente, comenzó a leer, y la leyó bien. Sin embargo, se quedo mirando con cara extrañada (No, hay algo que no cuadra) y dijo "Pero BARCELONA" (pero le falta la B). Simplemente, tras su lesión no podía hacer conscientes las palabras exactas, las letras que faltaban, pero sí notaba esa disonancia, y sabía más o menos ponerle palabras a esa disonancia, aunque no fueran las correctas.

Tendiendo un puente con el cerebro inconsciente

         Si el caso anterior es curioso, el siguiente lo es aún más. Hablamos de una demencia semántica, donde la paciente tenía una tremenda dificultad para recuperar las palabras (los nombres de la gente que acaba de conocer, por ejemplo), y en muchos casos, para reconocer el propio uso de los objetos o los propios objetos. El caso es que esta paciente tenía una extraña conducta. Usaba el abecedario para recordar.

         Cuando me la presentaron, mi compañera le preguntó ¿Cómo me llamo?. La mujer la miró y comenzó con los dedos a recitar "A,B,C,D,E,F,G,H,I,J....." así hasta la letra "S", la misma por la que empieza el nombre de mi compañera. Empezó a repetir "S.. S..." y dijo el nombre. Esta claro, puede parecer una regla nemotécnica. Memorizo  por qué letra empieza tu nombre y me es más fácil recordarlo. Pero entonces ¿Por qué se recorre todo el abecedario hasta la S?. Si fuera algo nemotécnico, implicaría recordar la letra, y realmente, no la recuerda. Es cuando llega a ella cuando se da cuenta de que ES esa letra.

      El proceso también lo hizo en el orden inverso, es decir, para recordar una palabra. Cuando le presentamos la imagen de una Lampara, que no reconocía, que no supo nombrar, comenzó a decir una a una las letras del abecedario hasta que llegó a la L. Y nuevamente se puede pensar que lo que hace es hacer una regla nemotécnica, que asocia la L con la Lámpara (por cierto, impresionante memoria asociativa debe tener para asociar así todas las palabras). Pero para mi la explicación es otra, y va muy acorde con todo lo que llevo comentado en este post.

        Mi impresión es, que en este caso, la paciente siente algo diferente cuando llega a la letra adecuada, algo que no siente cuando se recorre el resto de las letras. Le es imposible recuperar la letra automáticamente (y no digamos el nombre), pero si le damos una pista ( la típica fonológica comenzando la palabra por ella) saca el nombre. Lo que ha podido hacer ella es aprender a darse esa pista ella misma, a aprender a interpretar la sensación automática de familiaridad que despierta la letra correcta y no las demás. En definitiva, a usar esa parte inconsciente como nueva ruta de acceso a las palabras que aún quedan en su cabeza.

Manejando el cerebro inconsciente

    Si bien esta última parte es más impresión mía que otra cosa, lo que parece demostrado, o al menos se está usando con buenos resultados es el Neurofeedback EEG. ¿En que consiste?. Pues consiste mostrar al paciente su propia actividad cerebral (a través de un registro electroencefalográfico) de forma que pueda experimentar formas de modificarlo. De esta forma, se hace consciente esa activación cerebral que está ahí siempre (ondas de un tipo u otro), que correlacionan con diferentes estados normales y no tan normales, y a partir de ahí se trabaja para modificarla uno mismo.

 El paciente observa su propia actividad en un monitor y puede tratar de coger las riendas de la misma

      Es muy posible que en este último punto haya sido algo reducionista, pero me sirve para ilustrar esa idea que trato de apuntalar con argumentos de diferentes situaciones. La idea de que el cerebro procesa de forma inconsciente todo lo que rodea, y que en muchos casos nos manda señales cuando algo no cuadra, aunque no haya consciencia. Inclusive, se le puede hablar sin que seamos consciente de ello. Sin duda, estas extrañas relaciones pueden aflorar de manera más curiosa tras un daño cerebral (quién sabe si aprenderemos a usarlas en favor de la neurorehabilitación), y que por lo menos, al hacerlas conscientes, pueden ser modificadas. Algunos puntos ya son más que conocidos, otros se están comenzando a vislumbrar (os recomiendo leer este post sobre el cerebro de Eagleman). Sea como sea, la afirmación la puede hacer tanto un premio nobel como un taxista. ¡Lo que es la mente!. Un saludo.

No hay comentarios: